Todavía queda gente amable...
Cuando aún no existía el Transantiago, yo viajaba en la línea 121.
La micro se llenaba al extremo que no cabía un alfiler. Como la tomaba en un lugar donde venía vacía, muchas veces me senté en el asiento del pasillo. Ahí veía que subía mucha gente con bolsos, libros, cuadernos y otras cosas. El ir en una micro llena, de pie, cargado de cosas impide el poder afirmarse. Así es que casi siempre me ofrecía para llevarles las cosas en mis faldas. Lo hacía porque como digo pensaba la incomodidad de viajar con bultos en las manos. En más de una ocasión a mi me cargaron mis bolsas y por esa razón lo hacía voluntariamente.
Una vez subí cargada con cosas y nadie fue capaz de llevarme las bolsas. No eran pesadas, pero eran incómodas. Me molestó que nadie fuera capaz de hacer una buena obra. Desde ahí pagaron justos por pecadores y no les llevé nada más a nadie.
Ayer, subí con una bolsa bien pesada (llevaba papas, cebollas, limones y hasta una lechuga). Gentilmente una señora se ofreció a llevarme la bolsa. La micro iba llena. Se lo agradecí mucho.
Cuando por fin me senté y recuperé mi bolsa, pensé que debía felicitar a aquellas personas que son gentiles todavía en este mundo. Cuando aún no me sentaba también pensaba que no llevaba ni un sólo dulce como para poder agradecer la atención de aquella señora. Me hubiese gustado entregarle algo, cualquier cosa aunque fuera pequeña, para demostrarle mi agradecimiento. Como no pude hacerlo. Se me ocurrió agradecercelo a través de mi blog.
¡Gracias señora!... fue muy gentil, ojalá los niños y los jóvenes aprendan de su buen ejemplo.
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